- Distancia: 2.500m
- Tiempo: 1:21:15.6
- Ritmo medio en movimiento: 3:15′ / 100 m
- Velocidad media en movimiento: 1.85 km/h
- Resultados: 33/33 en la categoría masculino Más de 40. 85/89 en la distancia 2500 masculino (link).
- Temperatura agua: 23º
- Equipamiento: Bañador
Primera travesía a nado en distancia “seria”: 2.500 metros en entorno excepcional: el embalse del Chorro (técnicamente en el pantano Conde del Guadalhorce, que ya he aprendido que hay ¡tres! embalses alli juntos).

El paisaje y el entorno del Chorro son espectaculares. Nada más que la idea de poder nadar allí ya se me hace tentadora. Encima, como parte de la inscripción el ayuntamiento pone acampada gratis a los participantes durante el fin de semana. Así que plan redondo. Hace casi veinte años que no voy por el Chorro, desde aquel viaje de escalada en el 2006 colándonos por los túneles del tren para hacer el antiguo Caminito del Rey, que recuerdo con tanto cariño.

Asi que allá que llego el viernes al camping. Eso sí, llego pero como si no hubiera llegado. Estoy super nervioso y ansioso con la travesía del domingo más otros temas que también me inquietan.
Cuando me apunté me vine arriba y me vi capaz de hacer la distancia de 2.500m. Pero claro, la incertidumbre de una nueva distancia con bastante salto de las otras que tenía de referencia (1.500m), más el saber que no estoy entrenando en piscina, sumadas a los típicos nervios pre-evento, me tienen en un sin vivir.
Como no, la barriga está protestando y me paso todo el día intentando controlar que no vaya a mas y me joda el finde y la travesía.
Finalmente, con un gran acompañamiento y después de mucho trabajo de aceptación y de dejar ir, consigo llegar a media tarde a un estado de paz interior que aún hoy me sigue sorprendiendo.
Sin duda ha sido una de las grandes victorias de esta experiencia, el trabajo mental y emocional hecho, que para mi queda. Sorprendentemente consigo relajarme, disfrutar del regalo de poder estar alli y poder vivir esta aventura, independientemente de cómo salga. La barriga también se acaba disolviendo junto con toda la ansiedad acumulada. Vivo en propia carne lo que llamaríamos psicología, terapia y coaching de eventos competitivos.
A tal estado llego, que el sábado que había pensado dedicarlo a nadar de prueba en el pantano, comprobar temperatura (no estaba permitido nadar con traje), ver cómo era el acceso, etc; cosas que racionalmente hubiera estado muy bien hacer… pues al final decido que ya lo veré al dia siguiente en la carrera.
Me doy cuenta de que no lo necesito ya para calmarme, y priorizo respetar mi nuevo estado mental de quietud, sin anticiparme. Para poner un ejemplo práctico, antes de este cambio mental, cada vez que pensaba en la travesía del domingo me ponía muy nervioso y lo que hacía era tener que relajarme: respirar, etc. Pero ahora simplemente puedo pensar en ella y visualizarme llegando, sin carga nerviosa, miedos y ansiedad cabalgando junto a ella. Todo un cambio.
El sábado termina y me voy a dormir con las piernas muy cargadas, sobre todo gemelos, de los 10kms de paseo de Caminito del Rey al solano que nos hemos metido ese día. Ceno pasta para ir bien cargado, y al dia siguiente planteo desayunar algo en vez de ir en ayunas: un batido de crema de arroz para rápida absorción de hidratos. Ya tenía claro que tengo que ir cambiando el tema gestión de la energía antes de un evento. Ya he comprobado que en ayunas por bien que me siente para lanzarme a una actividad, no vale a partir de cierta duración del evento, y en este voy a probar otra estragia (lo que también añadía a la incertidumbre y ansiedad).
Asi que me despierto el domingo después de una super noche de sueño reparador en la que duermo a pierna suelta. Hasta me doy cuenta de que no me ha saltado la alarma y voy media hora más tarde de lo que debiera, pero en vez de ponerme como una moto con la adrenalina bombeando a tope, simplemente pienso en un nuevo planning horario adaptado y listo. Tengo tiempo y voy bien.
Una maravilla esto del estado de paz, oiga. Apúntenme para siempre.
Saco a Dräko, me tomo el batido (menos de lo que debiera, pero escucho mi cuerpo), preparo las cosas y me bajo al registro. Dejo las cosas en la consigna, empiezo a calentar, me entero que han retrasado la salida y aprovecho para calentar en el agua (cosa que me iba a saltar y fue un aprendizaje de la travesía de Málaga, y que me alegro de no haberme saltado).

Ahora, todo esto es preámbulo realmente para lo interesante: La travesía en sí y las lecciones aprendidas de un primer 2500.
Muchas.
La primera es que la salida era del agua y una vez que te metes tienes que esperar a que los doscientos y pico restantes participantes entren y se coloquen, mientras tú estás allí cansándote flotando. La siguiente es que si no voy a competir por tiempo, no tiene sentido colocarme en la salida. Esto fue algo un poco sin pensar. En la travesía de Málaga del año pasado (mi primera travesía de competición) me coloqué en una esquina para la salida (en tierra) y fue bien para trazar una línea más directa a la boya, pero aquí, me veo estoy entre primera y segunda linea para salir sin darme cuenta, y la cosa es que el resto de gente iba muy fuerte. Que es el otro aprendizaje a retrospectiva aquí: la gente que hacía este 2500 son los que suelen hacer la distancia de 3000 en travesías con distancias clásicas de 1500 y 3000. Gente de club, de piscina todos los dias, para los que esta distancia es corta. Muy diferente del perfil de un 1500 donde tienes mitad de ese público y quizás mitad que está haciendo su primera travesía.
Este último punto tiene su aquel precisamente en la salida. Ya recordaba la salida en la travesía anterior como una carnicería también, pero que pronto se distendió y pude encontrar mi espacio. Pero aquí no, seguramente dado por el cambio de participantes que menciono arriba, la cantidad y mi pobre elección de posicionamiento en la salida. Aquí la carnicería duraba y duraba, y parecía no terminar nunca. Tanto que me empiezo a agobiar de tanto cuerpo, patada y golpe. Eramos más de 200 nadadores y nadadoras saliendo, y ademas las boyas estaban muy pegadas a la orilla y había que pasar entre la boya y tierra, lo que hacia de las primeras boyas un cuello de botella brutal con todo el mundo chocándose para pasar.

Tan mal gestioné la salida, que antes de llegar a la primera boya ya me veo teniendo que darme la vuelta y nadar de espalda, para recuperar porque se me sale el corazón por la boca y los hombros van destrozados de haber nadado a potencia y no a técnica. Un poco más adelante lo mismo, tengo que pasar a braza.
Me cuesta mucho encontrar mi ritmo, y hasta que no decido quedarme del final para tener mi espacio, no puedo hacerlo. Una vez que ya tengo espacio para ir encontrando mi ritmo, pues por lo acelerado que voy tampoco lo acabo de encontrar fácilmente. Al final paso toda la travesía respirando unilateralmente, pero viendo mi ritmo final (3:15/100m) mucho mayor de lo esperado, sólo reflexiono en todo lo que me cansé inutilmente en la pelea de la salida.
El resto pues fue aguantar, que fui muy bien de energía toda la travesía la verdad (funcionó el cambio de alimentación pre-evento, aún a pesar de romper la máxima de “Nada nuevo el dia de la competición”). Pero más o menos en el último kilómetro empecé a notar que llevaba los gemelos empezando a contracturarse para calambre. Y digo, el último kilómetro más o menos, porque a pesar de tener bateria en el reloj (me olvidé el cargador y lo tuve apagado durante el fin de semana), no me pilló el GPS por fallo mío y sólo registro tiempo, ni distancia ni pude mirar mi ritmo durante la travesía. Volviendo a los calambres incipientes, cambié sutilmente la patada para que no se acrecentaran y seguí bien. Ese fue el tramo más abierto, que ya era de vuelta a la salida, y donde el viento que habia estado subiendo durante el fin de semana, soplaba en contra casi y me desviaba muchísimo de mi rumbo.
Otro aprendizaje fue la toma de rumbo, que fue muy deficiente por mi parte. Ya me he visto un par de videos y entendido el porqué, pero básicamente lo hacía a destiempo y me rompía todo el flow de coger ritmo. Cada vez que miraba, que era frecuente por el tema del viento, era como parar y volver a empezar. Así que así llegué como a 500 metros de la meta cuando el gemelo derecho dijo que hasta ahi y empezo a cogerse con un calambre brutal.
Sabía que si no paraba aquel calambre, iba a tener que llamar a un kayak de asistencia para que me sacaran.
Así que allí estoy yo, flotando en la espalda, sacando el gemelo fuera del agua y dándome un masaje para que se aflojara algo. Hasta ese momento, mi idea había sido de apretarle en el último tramo porque me veía bien de energía para incrementar ritmo y hacer un sprint para acabar con la buena sensación de haberlo dado todo.
Pero viéndome con la pata fuera del agua masajeándola, cambié inteligentemente a “llegar a la meta sin que me tengan que sacar a 100 metros por calambre”. Así que mantuve el ritmo que había llevado hasta ahí y fui con híper consciencia de la patada hacerla de forma que no se me cogiera más el gemelo. Empecé a notar la planta del pie izquierdo también cogiéndose. Alegría y desparrame.
Pero logré llegar.
Me tuvieron que dar la mano para salir del agua, que hasta me preguntó la mujer si estaba bien (le dije que si, pero “a pique de un repique” hubiera sido más preciso), y nada más salir y saludar al del micro (el animador: “¡Qué grande la gente de Granada!”) me puse a estirar y a masajearme como un loco los gemelos y los pies.
El otro aprendizaje es que aunque de motor cardiopulmonar me diera para hacer esta distancia, mis músculos, especialmente los más específicos de la actividad, no estaban acostumbrados a sostener ese patrón de movimiento durante tanto tiempo. Unido quizás a posible falta de potasio y sodio, pues fue la tormenta perfecta para un ataque de calambres. Que menos mal que no me echó por alto la travesía, la verdad.
El resto ya fue ver al resto de participantes llegar, preguntarme si habría sido el último de mi distancia (spoiler, fue el último de mi categoría, 33 de 33, pero no el último de la distancia, 3 o 4 personas llegaron después). Y cómo última nota de performance, a un minuto de llegar a meta yo, salió de la nada un grupo de nadadores que me adelantaron. Resultaron ser los primeros que llegaban del 5000, que daban dos vueltas a lo que yo hice. Ahí queda eso
Luego ya fue darme una ducha caliente para sacarme el frio y quitarme la salinidad rara de aquel pantano, y disfrutar increíblemente del arroz al que invitaban a los participantes y familias. Un arroz, por cierto, que estaba impresionantemente rico considerando la cantidad de personas que estábamos (mis alabanzas para la cocinera o cocinero, de quitarse el sombrero!).

El resto del día fue para descansar mucho las piernas, darle vueltas a los aprendizajes, recoger, partir de vuelta, y estar orgulloso de mí mismo por haber terminado una distancia que nunca había hecho antes y sobre todo por esa nueva templanza mental adquirida, de la que tampoco nunca había disfrutado antes.
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