• Kms esquiados: 23,9 km
• Desnivel: 2.274 m
• Kms abiertos: —
• Mejor Ski:IQ del día: 133
• Equipo: Rossignol React R10 168
Hoy nos levantamos más temprano, a las 7am despiertos para salir antes a Avoriaz que está a dos horas. Aunque es la estación que esta al otro lado de la de ayer, hay que dar toda la vuelta al lago para entrar por otro sitio, básicamente rodear los Alpes.
El viaje es una pasada por un cañón de los Alpes, estilo Chartreuse, la carretera al lado de un rio guapísimo en mitad del cañón.
Avoriaz es la estación famosa por su consistencia arquitectónica y porque no admiten coches en el pueblo.
Tienes que aparcas fuera antes de llegar, y todo el pueblo las calles son pistas y te mueves esquiando o con carros de caballos, muy pintoresco.


Leí un artículo en Nevasport sobre cómo plantearon arquitectónicamente el pueblo cuando lo hicieron para que fuera coherente con el entorno y la verdad es que la historia y el articulo mola mucho si te gustan estas cosas, aunque luego también se nota que aquello es tela de pijo.
Eso sí, todo lo pensada que está la arquitectura en Avoriaz, está mal pensada la experiencia para el visitante.
Aparcamos en el parking fuera del pueblo y allí hay una máquina para sacar los forfaits, pero si lo tienes comprado online como nosotros no lo puedes coger allí, sólo puedes comprar uno nuevo. Cue de emoji con cara confundida. Incoherencias de Avoriaz.
Así que perdemos una hora (¡UNA HORA!) en encontrar el sitio porque nadie, literalmente nadie, sabía decirnos dónde narices había que ir para recoger el forfait. Chapeu Avoriaz! Y todo esto, cargados con los esquís y con las botas, porque claro… recordemos que se trata del pueblo sin calles, sólo pistas, pero lo que nadie te dice es que si te tienes que mover por allí ¡te vas a hinchar de remar!
Así que optimizamos, me quedo yo con los esquís y Nando va en búsqueda de respuestas. Finalmente consigue los forfaits, mapas y luego sólo nos queda orientarnos hacia dónde ir para subir a las zonas altas, que también nos lleva otro ratito.
En fin, yo todavía no comprendo quién pensó esto. Desde luego más cuenta nos habría traído comprar los forfaits allí en el parking.

La orografía es muy diferentes de la de Châtel, aún siendo la otra cara de uno de los valles de ayer.
El terreno me recuerda más a La Parva en Santiago de Chile o incluso le da un aire a la Sierra un poco. Ladera de dos picos con varios remontes a las diferentes áreas.
Muy curioso es que aquí no pisan ciertas zonas y están todas llenas de bañeras a propósito, aún pistas azules. Sorprende mucho ver a los niños chicos bajando por bañeras y los profesores metiéndolos por fuera de pista… es la cultura de la nieve que no se ve tanto en nuestra Sierra. Lo otro muy curioso es que siempre hay azules y rojas que bajan desde lo alto. Las rojas son las pistas verdaderas que bajan de los picos y las azules son los carriles auxiliares que han hecho para bajar si no puedes hacer las rojas. ¡Accesibilidad!
Hacemos unas cuantas de pistas muy guapas, rojas con mucha inclinación, la primera que hacemos es como la primera pala de la Visera y aquí es una roja sin más. También hacemos algunos fuera de pista, pero no es tan chulo como en Châtel por los valles grandes vacíos. Aquí es más bien fuera de pista entre pistas.
Cuando cogemos uno de los últimos remontes a las zonas más altas descubrimos que es la entrada del famoso Muro Suizo, que yo no tenía ni idea de qué era (¡tantos aprendizajes en este viaje!), pero al parecer es una pista mítica, y luego entendería el porqué.
El Muro Suizo
(cue música dramática de fondo)

El Muro Suizo (que en realidad la pista no se llama así, es el apodo “familiar”) son 333 metros de desnivel en una pista de 1.3kms, que hace el cambio de país entre Francia y Suiza.
El cartel de la entrada ya avisa que tiene una inclinación de 90%, cosa que todavía estoy dándole vueltas a las matemáticas porque cuadrarme no me cuadra, pero para que nos entendamos: básicamente es empinada de narices.

No hace falta decir más.
Pero por si acaso, aqui dejo también un titular como el que no quiere la cosa: Nevasport – Esquiador muere al colarse en el ‘Muro Suizo’: una de las pistas más difíciles del mundo 😱 (estaba cerrada cuando eso pasó, lo cuál explica mucho).

El tema es precisamente la inclinación: está tan pendiente que no pueden pisarla, así que está eternamente llena de bañeras.
La gente se hace una foto en la parte de arriba, con cuidaito de no caerse, porque las vistas son espectaculares desde allí. Tienes de fondo los Dents du Midi, Dents Blanches y el Mont Blanc.

Para Nando es una pista imprescindible a hacer, que además no se esperaba encontrar allí, porque la verdad sea dicha no teníamos ni idea de dónde estaba ni tampoco nos habíamos puesto a buscarla. Pero ya que hemos “dado con ella”, por supuesto hay que hacerla. Y yo allí que le sigo. El video es para verlo (está debajo).
En el momento en que me meto en las bañeras del Muro Suizo, pienso que qué estoy haciendo con mi vida.
¡No he esquiado bañeras nunca!
Es más, siempre las he evitado con un miedo pavoroso.
Y ahora tengo por delante una pala con una inclinación brutal llena de ellas pidiendo no sólo mi sangre, sino también la de mis descendientes como tributo.
La idea de caerme y bajar rodando hasta abajo del todo es poco alentadora.

Empiezo a sudar la gota gorda viendo que lo único que puedo hacer es derrapar de lado y rezar a que haya algún sitio donde pueda girar. Se me hincan las puntas en la nieve y acabo medio de espaldas a la pendiente. En una de esas, casi me voy para atrás y me empieza a dar algo.
Recupero y busco a Nando para intentar seguir su línea y veo… ¡que está casi a mitad de pista ya!
WTF!
Comienzo a sentir cómo me empiezo a bloquear por inacción y miedo. Las piernas empiezan a temblarme.
No sé por dónde afrontar esto, ni sé qué hacer… pero si sé una cosa: que si sigo ahí parado en este estado, me voy a acabar bloqueando completamente y va a ser peor.
Quitarse los esquís allí para intentar bajar de cualquier manera es sinónimo a salir en camilla y helicóptero del Muro Suizo.
En ese momento, consigo salir de la visión de túnel gracias a que veo un chaval de 12-13 años al que el padre lo está metiendo por esta locura de pista (el padre sin mucha idea tampoco todo hay que decirlo). El chico va sudando la gota gorda como yo.
Así que decido unirme a su sufrimiento y seguirlo.
Consigo encajar un giro aquí, otro allá, con más pena que gloria y acabo cerca de él. Me dice que pase, que pase, y le digo que no se preocupe, que estoy igual que él.
Seguimos encajando giros entre bañeras como podemos, moviéndonos de lado a lado de la pista y comiendo bañeras en el proceso.
Cuando me vuelve a ver unos metros más abajo me dice, “you’re my friend!” y me descojono. Me pongo a animarlo que siempre ayuda, “we got this!”, y seguimos como podemos. La risa me ha ayudado a soltarme y aunque sufriendo, el miedo al bloqueo ya queda atrás.
En estas veo que Nando se ha salido de la zona de bañeras a la izquierda y me está haciendo señales desde abajo. Parece que esa parte está mejor, sin tantas bañeras.
Me cruzo hasta la izquierda y compruebo que efectivamente, allí se puede medio esquiar sin comer bañeras a diestro y siniestro. Ya es cuestión de ir bajando de aquella manera pero voy poco a poco recobrando confianza. La nieve a mitad de muro está empezando a estar más suelta, lo cual también ayuda. Finalmente acabo el muro y llego a donde está Nando y celebramos.
¡El Muro Suizo ha caído!
Cuando llegamos al remonte de retorno, le digo en broma a Nando, “ahora es cuando no nos funciona el forfait aquí”.
En esta zona hay varias estaciones, las doce que conforman el dominio de Portes du Soleil, pero la cosa está en que si no sacas el forfait para todas (que es más caro) corres el riesgo de cambiarte de estación sin darte cuenta y liarla, miedo que nos había acompañado los dos días, pues puedes acabar fácilmente en otro país y en a tomar por saco de donde dejaste el coche.
Y conforme digo esas palabra de broma; escuchamos el torno hacer el característico sonido de error… PONC!… y encenderse la luz roja.
Efectivamente, acabábamos de cambiarnos de estación sin saberlo y hemos materializado nuestro mayor miedo.
Pruebo a pasar yo por el otro torno, y lo mismo… PONC!… y luz roja.
Miro a la caseta del remontero y no veo a nadie, así que le digo a Nando, “quítate los esquís y pasamos por encima del torno”, porque la idea de tener que subir andando el Muro Suizo no es nada atractiva.
Pero antes de que nos dé tiempo a nada, me dice que el remontero ya nos ha pillado.
Efectivamente, está mirando desde dentro y diciéndonos algo por la puerta abierta. Me acerco y hago gala de mi mejor francés conciliador (no sería la última ocasión) y escucho que me dice que nos hemos cambiado de estación, que nuestro forfait no funciona ahí.
Al parecer, el Muro Suizo es una pista de Les Crossets, no de Avoriaz (donde estábamos) y aunque está perfectamente indicado en lo alto del remonte (como comprobaríamos luego), con la excitación del momento aquello podría haber tenido unos neones fluorescentes que ninguno de los dos lo hubiera visto.
El remontero se enrolla y nos dice que pasemos por detrás del torno, así que nos salva la vida y también nos quita la idea de repetirlo, cosa que ya habíamos hablado porque una vez que pasas el sufrimiento de la primera vez, ya le habíamos visto formas de bajarla mejor a la siguiente.
La Celebración Suiza
Cuando llegamos arriba, me da el bajón de la adrenalina y me veo incapaz de seguir esquiando de momento como si no acabara de pasar por el trago-momentazo de mi vida.
Está claro que esto hay que celebrarlo, así que pillamos dos tumbonas en el chiringuito que hay en lo alto de la pista y celebramos con una cerveza y un mojito viendo las vistas de los Dents Blanches de fondo. Cuando recuperamos el aliento y la energía mental, seguimos haciendo pistas hasta hacernos esa zona de Avoriaz casi al completo.



El resto del día es la vuelta reventados, una parada en la aduana entrando a Suiza que por un ligero problema comunicativo casi acaba en conflicto internacional (digno de otro post), el post-ski revisando vídeos y comentando la jugada y cena y a dormir.
En la sesión de preparación para el día siguiente planteamos movernos a otra de las estaciones de Portes du Soleil. Decidimos ir a las suizas, pero justo cuando Nando está para darle a confirmar la compra de forfaits, le digo mirando los mapas que no lo acabo de ver claro. Parecen ser estaciones con menos desnivel, una de ellas es Les Crossets, en la que acabamos al final del Muro Suizo, y con menos dominio esquiable.
Empiezo a investigar otras opciones fuera de Portes du Soleil y encuentro una que nos pilla cerca que se llama Verbier.
Cuando le digo el nombre a Nando se le ilumina la cara.
Verbier, allá vamos…
Al parecer, Verbier es una estación mítica a la altura de Zermatt, cuna del Freeride y una imperdible.
Así que está decidido. Y viendo el mapa de pistas, más aún.
Verbier también tiene varias estaciones juntas, que en realidad se llama Los 4 Valles, y eso es una pasada de mapa, de picos increíbles y de posibilidades. Nos venimos arriba y sacamos el forfait de todo el dominio para los dos próximos días. Vamos a cerrar a lo grande.
Ese día cenamos tortilla de patatas made in Nando que se la cuaja en un plis (cero pereza, chapeau!), sin yo caer en la cuenta de que la patata por la noche para mí es un gran no-no, ya tengo comprobado que su fermentación no es para nada amiga de mi barriga y su SIBO. Efectivamente, todo esto lo recuerdo no al irme a dormir petado de cenar tortilla de patatas, sino a las 3am de la mañana cuando despierto con una hinchazón y dolor brutal de barriga. No consigo que se me pase lo suficiente ni con la pistola de masaje y hasta las 6am no baja lo suficiente para volverme a quedarme dormido hasta las 7am que suena el despertador.
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