• Kms esquiados: 25,4 km
• Desnivel: 4804 m
• Kms abiertos:
• Mejor Ski:IQ del día: 133
• Equipo: Rossignol React R10 168

Nota al lector: Este día cometí el fallo de no escribir el resumen de la jornada al final del día. Haré mi mejor esfuerzo de recordarlo todo, pero puede ser que algunos detalles bailen.

Me despierto con mi cuerpo diciendo que ya ha tenido bastante.

¿Esa sensación de cuando ya estás satisfecho y tu cuerpo pide tregua? Pues así estaba yo. Con esa sensación de “yo ya de esquí voy bien“. Pero claro… último día en los Alpes… ¿cómo no ir a esquiar?

Decidimos que va a ser un dia tranqui, porque los dos estamos más o menos igual. Día de pistas, tranquilo mentalmente, de disfrutar y relajarse… y quién sabe, quizás un poco de après ski y todo. Un poco filosofía de “último día, día de turista alpino” Repetimos ruta a Le Châble y hasta repetimos croissants y todo.

Subimos tranquilos, hacemos algunas pistas y empezamos a hacer nuestra ruta turístico-alpina.

Decidimos coger el telecabina de Mt Gelé, un pico que promete tener unas vistas guapísimas en el que no habíamos estado aún.

A mi me impacta mucho que es un pico al que sólo sube una cabina y no baja ninguna pista, excepto dos itinerarios freeride.

Mont Gelé

Ya el ambiente en la cabina promete: un guia de montaña con un grupo, freeriders, esquis anchos, mochilas…

Llegamos arriba y efectivamente, eso de que te suelte alli en lo alto del pico la cabina y no haya nada más que montaña salvaje, es una experiencia… diferente.

Vemos a unos cuantos que estaban esperando la cabina nuestra para bajarse. Admiramos las vistas y decidimos acercarnos a ver como es el itinerario desde arriba. Hasta aquí toda nuestra idea, o mejor dicho, la mía era bajarnos en la cabina después de admirar las vista.

Lo malo de este itinerario es que por cómo empezaba no podías asomarte para ver cómo estaba la cosa sin haber entrado ya en él.

Y además hacerlo sin esquís daba muy mal rollo.

Mientras debatíamos qué hacer, todos los grupos y la demás gente que habían subido en la cabina con nosotros ya habían desaparecido montaña abajo, con lo que tampoco teníamos a nadie a quién seguir o ver para sacar algo de información.

No sé muy bien en qué punto pasamos del modo “turista alpino” al modo “freerider”.

Pero como dicen, la cabra tira al monte, asi que seguramente sería una combinación de Nando calentándose y a mi me pilló con la resiliencia que el día anterior no había tenido, y dije que palante.

En el video ya se nos ve poniéndonos los esquís y la frase resignada de Nando lo dice todo “bueno… pues a ver que hay“.

En los 2 primeros minutos se puede ver muy bien la sensación que comentaba arriba de no saber qué nos vamos a encontrar y estar literalmente metiéndonos en la boca del lobo a la aventura.

Nota al lector: El video soy consciente de que es muy largo (30 minutos de bajada) pero aunque sean los primeros 7 minutos merece la pena verlos por las vistas del valle rodeado de Alpes impresionantes y con el 360º puedes moverlo a tu antojo como si estuvieras allí.

Por resumir y no extenderme, aprovechando que hay video, la bajada fue bastante exitosa y no de pasarlo mal, sino hasta de disfrutarlo. Pudimos esquivar las zonas de bañeras, pillar buena nieve y disfrutar unas vistas impresionantes.

Este fue mi primer itinerario freeride “oficial” y siempre lo recordaré con mucho cariño.

El itinerario eran dos valles, el primero más espectacular de vistas por la altura, y también con mucha más inclinación, y el segundo bonito también pero más trillado y peor nieve.

En este segundo valle se unía otro itinerario que desembocaba ahi y en el video ya se ve que hay mucha más gente por allí. El final era el mismo remonte que Nando tuvo que coger el día anterior al hacer el itinerario de Chassoure.

Lo cogimos de vuelta y si mal no recuerdo hicimos unas cuantas de pistas hasta ir a La Chaux donde se cogía el telecabina gigante de 140 plazas que cojimos el dia anterior con la idea de subir al pico más alto de Verbier, el Mont Fort, a hacer “turismo alpino”. Bueno, y también a bajar la pista negra que bajaba por del Mont Fort, otra llena de bañeras, para no dejarnos nada por hacer… inevitable haberse venido arriba despues del Mont Gelé.

Pero cuando llegamos a la cabina jumbo nos pegamos un buen chasco porque estaba cerrada por viento, que había ido subiendo a lo largo de la mañana. Así que decidimos volver a Chassoure, y ya que estábamos calientes, hacer el itinerario que Nando había hecho el día anterior, pero por la diagonal más baja que había visto yo en el vídeo la noche de antes.

El Muro de Tortin… ahora sí

También hay video de esa bajada y también largo obviamente (aunque no tanto, he acelerado partes), pero ahí esta para el que lo quiera ver.

Por esta otra diagonal para entrar la cosa fue mucho mejor (palabras de Nando, “¡nada que ver con lo de ayer!“) y pudimos llegar a zonas con buena nieve para bajar la pendiente más fuerte (el Muro de Tortin).

La verdad es que igual que el dia anterior sé que lo habría sufrido como un bellaco, porque no tenía la cabeza en su mejor sitio; hoy y sobre todo después de haber conquistado el Mont Gelé, me vengo arriba y el muro salió hasta con disfrute. En el minuto 4:26 se puede ver en directo el nacimiento de mi freerider interior 😂

Este itinerario después de bajar el Muro de Tortin desembocaba en una zona más suave que tenía río con árboles que me lo pasé teta saltando y esquiando por ahí en plan disfrutón.

Así que este último día que estabamos reventados e iba a ser de “turismo alpino” fue al final el día que más freeride hicimos (yo desde luego) para acabar de darlo todo.

Minuto 4:26: El nacimiento de un freerider

Nos despedimos de Verbier pero sólo con un hasta luego, aunque yo tengo que decir que en la última percha (nos perdimos bajando, estaba claro que ninguno quería irse y nuestro inconsciente lo sabía, y acabamos teniendo que coger una percha para volver) yo me puse a llorar como una magdalena: una mezcla de felicidad, agradecimiento, descarga de todas la adrenalina acumulada con tanto freeride, y despedida de este viaje a los Alpes tan espectacular y de expansión absoluta, que me ha marcado tanto.

La vuelta a la casa fue sin novedad, excepto que por ser Domingo no pudimos comprar nada porque estaba todo cerrado. Ya en la casa nos cepillamos los spaguettis que habían sobrado de otra noche, nos pusimos en modo reventado de la vida a preparar maletas y dejar la casa limpita (¡gracias!) para tenerlo todo listo y salir directamente al día siguiente que tocaba madrugón para coger el vuelo.

Que dos por ciertos: Uno es que llegamos por los pelos al aeropuerto por tráfico de obras y por ser lunes con todo dios yendo Ginebra, y eso que salimos con bastante tiempo… pero al final fue estrés por un tubo por tema tiempo… corriendo por el aeropuerto, yo perdiendo los billetes antes de entrar en seguridad (pero encontrándolos), la seguridad más lenta del universo… en fin, con estrés ya se sabe.

Y el otro por cierto, es que no lo sabíamos aún claro, pero al llegar a Málaga nos enteraríamos que nos habían perdido las maletas con los esquí a ambos. Eso si, llegaron dos días más tarde y sin percance… pero desde luego mejor que pasara a la vuelta… ¡y no a la ida!