03/08/2024 — Día 4 Chile: Demasiado polvo

• Kms esquiados: km
• Desnivel: m
• Kms abiertos: km
• Mejor Ski:IQ del día:
• Equipo:

Nos levantamos antes para salir a las 08:30 y no pillar atascos. Llegamos y está solo abierto lo mismo que el día anterior, el remonte del bosque. Hacemos algunas bajadas, algo de bosque pero bien, no me manejo mal. Después probamos un trozo fuera pista de debajo del Wenche, bastante inclinada pero no lo veo inaccesible. Me caigo al poco de empezar por mucha nieve polvo y yo querer gira sin llevar velocidad, me salta un esqui (había aflojado la dureza de las fijaciones a 5/6) y me hundo hasta la cadera. Intento salir y más me hundo. Cualquier cosa te hunde más, apoyar bastones, etc. Demasiado polvo! Consigo medio maniobrar dando un volteo encima de mi mismo y recolocar el esqui que aún tengo. Ni rastro del otro esqui, solo se ve blanco. Los otros están ya todos abajo esperando. Empiezo a intentar subir a donde se me ha saltado para buscarlo. Infierno blanco moverse ahí. Se me ocurre palpar con el bastón. Bingo, toco el esquí. Consigo arrastrarlo hacia mi. Ufff. Podía haberse perdido hasta el verano. Ahora a ponérselo, otra odisea. Compacto la nieve como puedo para apoyarlo, consigo ponerme encima pero no es lo suficientemente duro para que entre la fijación. Finalmente lo consigo y ya no se ni como consigo llegar abajo adonde me están esperando, medio derrapando y algún giro feo que consigo dar. Psicológicamente es complicado, cuando me veo las piernas enterradas de nieve hasta las rodillas, mi cabeza no ve cómo una opción que pueda girar los esquís ahí. Ya solo me falta sortear el metro y pico de desnivel que hay para volver a la pista. Medio deslizó y acabó cayendo de nuevo pero ya en pista. Viva el polvo.

El resto del día es una mezcla entre pistas e ir haciendo algún fuera pista que voy viendo asequible. Acaban abriendo dos remontes más, y se despeja el día, lo cual motiva porque se ve lo increíblemente guapo que es esto, con los volcanes y todo cargado de nieve a reventar. Pero cada vez que me meto fuera pista me cuesta la vida, es básicamente sufrirlo hasta conseguir volver a zona pisada. Solo tengo dos breves momentos de atisbar lo que es disfrutar del polvo, en dos zonas que no había tanta profundidad, con inclinación media, y puedo sentir como los esquís van dentro del polvo pero responden y puedo ir como si fuera flotando. La velocidad es clave también, sin velocidad no haces nada, pero cuando estás en más inclinación no me siento seguro de coger velocidad y es la pescadilla que se muerde la cola. La frase “Manolete, Manolete, si no sabes torear…” acude en repetidos momentos. Me animo mucho a mi mismo porque, aunque sufriendo mil, estoy aquí resolviendo cómo un campeón. Lo único es que mi capacidad de sufrir tiene sus limites claro. Aguantamos de esqui hasta las 17, con una parada para secarnos un poco. De equipamiento voy bien, pero los guantes se me ponen chorreando y los pantalones no me aguantan tanta nieve y acabo mojado por dentro también. Ponerse toda la indumentaria después del break para comer es como ponerse un traje de neopreno mojado. A la vuelta vamos al pueblo a por bollos de Nutella, tenemos las tinas calientes, que esta vez consigo meterme (le han ajustado la temperatura) y es la gloria. Se ve la vía láctea perfecta. Veo dos estrella fugaces y ahora mismo estoy cayendo en que no pido deseo, que en cualquier caso sería que los dioses me den superpoderes de polvo. Hablo por la noche con Nando, que me ayuda a poner las cosas en perspectiva. Me dice que a él le llevo dos temporadas cogerle el rollo al polvo en Baqueira y que volvía llorando a su casa. Lo entiendo profundamente. Tengo que buscar zonas con menos polvo e ir más poco a poco, a mi ritmo.